Al arte rupestre paleolítico pertenecen las manifestaciones artísticas más remotas de la Humanidad. Fueron ejecutadas por grupos de cazadores y recolectores que tuvieron que enfrentarse a la dureza climática reinante durante la última de las glaciaciones cuaternarias. Sus representaciones pictóricas suelen ubicarse en el interior de cuevas profundas, donde la oscuridad acentúa su sentido mágico y enigmático.
Es frecuente la representación de especies animales ya desaparecidas, como caballos, renos u osos cavernarios, entre otros. También aparecen símbolos esotéricos, manos en negativo, alineaciones de puntos y trazos diversos resultando muy difícil su interpretación.
Cueva de la Fuente del Trucho
En el barranco de Arpán, afluente del río Vero, se ubica la única estación aragonesa con pinturas rupestres paleolíticas. Se trata de una cueva poco profunda, con una boca orientada al este de 25 m de ancho y 18 m de largo.
La cueva se utilizó como hábitat temporal. Contiene pinturas del Paleolítico Superior (en torno a 22.000 a.C.) en negro y rojo, grabados rupestres y restos del asentamiento de hábitat.
Su excavación ha permitido recuperar instrumentos tallados en sílex y cuarcita, así como restos de animales como caballos. También ha sido localizado un hogar calefactor con pocos paralelos en la Península Ibérica.
Dado que en la actualidad no es posible penetrar en ella, en el Centro del Arte Rupestre de Colungo existe una reproducción de su interior

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